Mi hijo no quiere ir al jardin de infancia
Los niños pre-escolares (desde el nacimiento hasta los seis años) son sensibles a los mínimos cambios que pueden producirse en su medio.
Su mundo es su ámbito familiar, el cual es permeable a las influencias
exteriores, . El fallecimiento de sus padres,
determinan fuertes angustias depresivas e importantes vivencias de
inseguridad y miedo. Aunque también alteraciones mucho menores pueden
desencadenar en el mismo cuadro de inseguridad, por ejemplo: cambio de
casa, de habitación , de almohada, la pérdida de un juguete, llegada
tarde de los padres, etc. A esta edad les gustan las repeticiones, los
aseguran, en tanto como respuesta a las alteraciones en el campo
existencial que son vividas como amenazantes para el sujeto se produce
una disociación.
El período de adaptación es un proceso gradual, con avances y
retrocesos. Puede durar varios días, semanas o meses. La adaptación se hace con
un adulto de la familia que permanece en el jardín y va siguiendo las
indicaciones de la docente. Suele empezar con una visita al jardín,
luego el niño se queda con un familiar un ratito y se irá aumentando el
tiempo de permanencia gradualmente.También el adulto acompañante se ira alejando gradualmente del niño, pasará de la sala a la puerta del jardín. Se irá a tomar un cafecito y volverá, y así se ira haciendo el despegue hasta que pueda cumplir el horario completo sin el acompañante.
Con el inicio del jardín comienza la vida escolar del niño, comienza la socialización, se abre un mundo nuevo, aprender a compartir con otros, poder estar lejos de mamá y papá.
Podemos transportar con ellos un objeto que les es familiar o que
representa de alguna manera lo familiar. Se trata de llevar en él y con
él su ambiente familiar, por lo tanto cuando el niño se ve obligado por
alguna razón a abandonar su medio, este objeto oficia magicamente de
instrumento reasegurador, -favorecido ésto por su pensamiento mágico-,
impidiendo que la modificación de su campo existencial sea total, que
las vivencias de inseguridad y soledad incidan de una manera
excesivamente agobiante. El niño puede aceptar parcialmente el cambio de
su ámbito existencial en presencia y pertenencia de su objeto
acompañante, pero cuando es privado de él presenta de inmediato y de modo equívoco los signos de inseguridad.
Signos y síntomas característicos
Ante la vivencia de inseguridad se produce una regresión a etapas anteriores del desarrollo, como por ejemplo:- Alteraciones en las conductas motoras: como formas regresivas: abandono de la posición bípeda, negación de la marcha, gateo, solicitud de ser levantado en brazos, regresión en expresiones gráficas -dibujos-. Como formas no regresivas: modalidad bizarra al caminar, gestos o mañerismos.
- Alteraciones de la conducta vinculadas con la afectividad: reclamo de atención, llantos gritos, lenguaje precoz. pide “upa”, pregunta permanentemente cosas que ya sabe, miedos irracionales.
- Alteraciones en la conducta alimenticia: anorexia, rechazo selectivo, vómitos, náuseas, masticación prolongada, deglución lenta o primitiva, pérdida de hábitos elementales, como ser manejo de cubiertos, malos modales, ruidos masticatorios, eructos, etc.
- Alteraciones en la conducta del baño: resistencia marcada para la higienización general, dependencia de la madre para llevarlo a cabo.
- Alteraciones en las conducta del sueño: sueño inquieto, somniloquia, temores nocturnos, se despierta varias veces en la noche y llora a sus padres, solicita dejen la luz pendida del cuarto, la puerta abierta, no deja apartarse a sus padres de la cama hasta no haberse dormido, marcada resistencia a costarse, pide que se le narren historias y se lo tomen de la mano, no querer dormirse.
- Alteraciones en la conducta de relación: se torna irritable, no obedece, realiza actos que no debe, pega a sus compañeros de juego, se comunica con agresividad, destruye juguetes. Opuesto a ésto se torna retraído, tímido, callado, quieto
- Alteraciones en la conducta de juego: adoptan juegos de edades anteriores, juego excesivamente repetitivo, juegos que le despiertan temor.
- Alteraciones en el rendimiento: disminución o presencia de dificultades de aprendizaje.
- Alteraciones en la mímica y en el lenguaje: manierismos, gestos extraños, a veces muy cómicos y dramático, tartamudeos, dislalias.
- Aparición de conductas masturbatorias que pueden llegar a caracteres compulsivos.
Durante la adaptación pueden aparecer llantos, enojos, dificultades en
el sueño, fiebre, etc. Es normal. Los niños se irán acomodando a este
cambio que implica empezar el jardín paulatinamente. Hay que contenerlos
y sostenerlos.
Es importante que todos estén convencidosde que el niño concurra al jardín; si el adulto duda y se angustia, el niño lo percibe y le será muy difícil quedarse en el jardín y disfrutarlo.
Hay que preparar a los niños para la llegada al jardín: Contarle cómo es, cómo se llama la maestra, con qué se encontrará al llegar. Que usará delantal, que hay otros nenes y una salita y un patio. Que irá a jugar, que hay mesas y sillas chiquitas y juguetes.
Comunicarse con la maestra (para sentirnos seguros) por medio del cuaderno de comunicaciones o verbalmente.
Seguir las consignas que nos da la maestra. Recordemos que ya tiene experiencia y puede acompañarnos en la adaptación.
Asegurarle que lo vendremos a buscar. No lleguemos tarde, eso genera mucha angustia, miedo a ser abandonado, sobre todo al inicio.
No es conveniente sobornarlo con cosas “si te quedás, te compro caramelos” o asustarlo “si no dejás de llorar, me voy”.
Tratemos de no irnos a escondidas sin que nos vea. Despedirnos cuando él esté listo y decirle que volveremos, va a darle seguridad y confianza.
Es conveniente no amenazarlo con que la maestra lo va a retar, le será muy difícil confiar en ella, disfrutar y tendrá miedo.
Es importante que todos estén convencidosde que el niño concurra al jardín; si el adulto duda y se angustia, el niño lo percibe y le será muy difícil quedarse en el jardín y disfrutarlo.
Hay que preparar a los niños para la llegada al jardín: Contarle cómo es, cómo se llama la maestra, con qué se encontrará al llegar. Que usará delantal, que hay otros nenes y una salita y un patio. Que irá a jugar, que hay mesas y sillas chiquitas y juguetes.
Comunicarse con la maestra (para sentirnos seguros) por medio del cuaderno de comunicaciones o verbalmente.
Seguir las consignas que nos da la maestra. Recordemos que ya tiene experiencia y puede acompañarnos en la adaptación.
Asegurarle que lo vendremos a buscar. No lleguemos tarde, eso genera mucha angustia, miedo a ser abandonado, sobre todo al inicio.
No es conveniente sobornarlo con cosas “si te quedás, te compro caramelos” o asustarlo “si no dejás de llorar, me voy”.
Tratemos de no irnos a escondidas sin que nos vea. Despedirnos cuando él esté listo y decirle que volveremos, va a darle seguridad y confianza.
Es conveniente no amenazarlo con que la maestra lo va a retar, le será muy difícil confiar en ella, disfrutar y tendrá miedo.
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